30/11/10

No te salves...


 No te salves...,
no te quedes sin móvil al borde del camino,
no congeles el júbilo, no quieras con desganas.
No te salves ahora ni nunca, no te salves.
No te llenes de calma,
no reserves del mundo solo un rincón tranquilo,
no dejes caer los párpados pesados como juicios,
no te quedes sin labios, no te duermas sin sueño,
no te pienses sin sangre, no te juzgues sin tiempo.

Pero si pese a todo no puedes evitarlo,
y congelas el júbilo,
y quieres con desganas,
y te salvas ahora,
y te llenas de calma,
y reservas del mundo solo un rincón tranquilo,
y dejas caer los párpados pesados como juicios,
y te secas sin labios,
y te duermes sin sueño,
y te piensas sin sangre,
y te juzgas sin tiempo,
y te quedas sin móvil al borde del camino,
y te salvas,
entonces;no te quedes conmigo…

El verdadero valor del anillo

  El ser humano es inseguro por naturaleza…, siempre buscando la aprobación para realizar cosas, para pensar e incluso a veces para sentir.
 
  Somos libres, o en realidad estamos supeditados a todo lo que nos rodea, al que dirán, a ir a favor de la corriente, a caer bien,…

  ¿Tan importante es la opinión que tiene el mundo de nosotros?. Somos capaces de pensar, de crear, de imaginar cosas maravillosas y que nunca se hacen realidad por miedo e inseguridad, porque no creemos que podamos llegar tan lejos,… como que no.

  Solo tenemos que confiar en nosotros mismos y tener al lado a las personas que de verdad te ayudaran a conseguirlo, que te darán el empujón que te falta, que te animaran y que valorarán tu esfuerzo, cuando lo consigas y cuando fracases en el intento… Esa es la verdadera libertad, y quizás la única que tenemos, la de elegir…

  Aquí os dejo otro cuento de Jorge Bucai, espero que os guste

EL VERDADERO VALOR DEL ANILLO

-Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo ganas de hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?

El maestro, sin mirarlo, le dijo: <<Cuánto lo siento, muchacho. No puedo ayudarte, ya que debo resolver primero mi propio problema. Quizá después…>>. Y, haciendo una pausa, agregó: <<Si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este tema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar>>.

-E… encantado, maestro –titubeó el joven, sintiendo que de nuevo era desvalorizado y sus necesidades postergadas.

-Bien –continuó el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo meñique de la mano izquierda y, dándoselo al muchacho, añadió-: Toma el caballo que está ahí fuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, y no aceptes menos de una moneda de oro. Vete y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas.

El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó al mercado, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, que lo miraban con algo de interés hasta que el joven decía lo que pedía por él.

Cuando el muchacho mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le giraban la cara y tan sólo un anciano fue lo bastante amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era demasiado valiosa como para entregarla a cambio de un anillo. Con afán de ayudar, alguien le ofreció una moneda de plata y un recipiente de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

Después de ofrecer la joya a todas las personas que se cruzaron con él en el mercado, que fueron más de cien, y abatido por su fracaso, montó en su caballo y regresó.

Cuanto hubiera deseado el joven tener una moneda de oro para entregársela al maestro y liberarlo de su preocupación, para poder recibir al fin su consejo y ayuda.

Entró en la habitación.
-Maestro –dijo-, lo siento. No es posible conseguir lo que pides. Quizás hubiera podido conseguir dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

-Eso que has dicho es muy importante, joven amigo –contestó sonriente al maestro-. Debemos conocer primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar tu caballo y ve a ver al joyero. ¿Quién mejor que él puede saberlo? Dile que desearías vender el anillo y pregúntale cuánto te da por él. Pero no importa lo que te ofrezca: no se lo vendas. Vuelve aquí con el anillo.

El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil, lo miró con la lupa, lo pesó y luego le dijo al chico:
-Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya mismo, no puedo darle más de cincuenta y ocho monedas de oro por su anillo.
 -¿Cincuenta y ocho monedas? –exclamó el joven.
-Sí –replicó el joyero-. Yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de setenta monedas, pero si la venta es urgente…

El joven corrió emocionado a casa del maestro a contarle lo sucedido.
-Siéntate –dijo el maestro después de escucharlo-. Tú eres como ese anillo: una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte un verdadero experto. ¿Por qué vas por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?

Y, diciendo esto, volvió a ponerse el anillo en el dedo meñique de su mano izquierda.


26/11/10

Queda prohibido...


  Te puedes sentir perdida y tenerlo todo… ayer reflexionaba sobre ésto con una amiga. 

  ¿Se puede estar sola y estar rodeada de gente?

  Cuantas caras tiene la soledad, mil y una cara, tan necesaria en ocasiones y tan destructiva en otras.

  A veces duele tanto, que ni el andar diario consigue esconder sus alas traicioneras…

  No es el tiempo de estar sola, deja que te acompañe, que no es momento de andar sola.

  Levántate, lávate la cara, ponte tu mejor traje, sal a la calle y deja la soledad en el cajón de la mesilla, y sácala solo cuando no te haga daño, cuando no duela por dentro, hazla tuya solo cuando quiera ser tu amiga…

  Deja que te cure tus alas… queda prohibido estar sola sin aprender a estarlo…

  A mi amiga...
"Queda prohibido llorar sin aprender,
levantarte un día sin saber que hacer,
tener miedo a tus recuerdos,

Queda prohibido no sonreír a los problemas,
no luchar por lo que  quieres,
abandonarlo todo por miedo,
no convertir en realidad tus sueños.

Queda prohibido no demostrar tu amor,
hacer que alguien pague tus dudas y mal humor.

Queda prohibido dejar a tus amigos,
no intentar comprender lo que vivieron juntos,
llamarles solo cuando los necesitas.

Queda prohibido no ser tu ante la gente,
fingir ante las personas que no te importan,
hacerte el gracioso con tal de que te recuerden,
olvidar a toda la gente que te quiere.

Queda prohibido no hacer las cosas por ti mismo,
no creer en Dios y hacer tu destino,
tener miedo a la vida y a sus compromisos,
no vivir cada día como si fuera un último suspiro.

Queda prohibido echar a alguien de menos sin alegrarte,
olvidar sus ojos,
su risa, todo porque sus caminos han dejado de abrazarse,
olvidar su pasado y pagarlo con su presente.

Queda prohibido no intentar comprender a las personas,
pensar que sus vidas valen mas que la tuya,
no saber que cada uno tiene su camino y su dicha.
Queda prohibido no crear tu historia,
dejar de dar las gracias a Dios por tu vida,
no tener un momento para la gente que te necesita,
no comprender que lo que la vida te da, también te lo quita.

Queda prohibido no buscar tu felicidad,
no vivir tu vida con una actitud positiva,
no pensar en que podemos ser mejores,
no sentir que sin ti este mundo no sería igual"

Pablo Neruda


24/11/10

Realidad o ficción...


  Realidad o ficción… no se que prefiero, la realidad que me rodea cada día o la ficción que vive en nosotros, que buscamos en películas, en canciones, en cuentos de duendes y hadas que cumplen deseos, que hacen que esta estancia en este mundo sea más agradable, mas mágica…

  Hay películas que por un motivo u otro te marcan, te hacen pensar, te alegran, te entristecen,… que mas da lo que provoquen en ti, lo importante es que sacan un sentimiento, bueno o malo, indagan en tus entrañas y te hacen llorar y reír, incluso acelerarte el corazón. De qué hablamos, de ficción o realidad… Pues si algo así provoca todo eso en mí, prefiero la ficción, si no lo encuentro en la realidad.

  Aquí os dejo un cachito de esas películas que excitaron mi alma, y me cargaron de energía…


A mi abuela


Esta entrada es un poco especial, porque dejo aquí algo de mi, algo que escribí un día mas por placer que por necesidad, ahí va, espero que os guste. A ella le gustó o por lo menos eso creo.

Nos dan casi sus vidas, nos regalan historias, cuentos, experiencias que solo poniéndose en su pellejo nos haremos una idea de lo que vivieron.
Quiero hacer un homenaje a mi mayor apoyo, a esa persona que me escucha, que me ayuda, que me quiere de la forma más incondicional, de la forma más valiosa, desde el alma.
Quiero hablar hoy de sus ojos, de esa mirada que se penetra en mi cada vez que me ve, tan infantil y tan llena de vida aun.
Quiero nombrar hoy a la persona que saca fuerzas de donde no las tiene para levantarse de la silla y saludarme cuando me ve llegar con las maletas…
Quiero recordar como llora cada vez que me voy, como no entiende que cada fin de semana tenga que dejarla sentada en su sillón para ir a trabajar, para buscarme la vida fuera de su tierra natal.
Quiero explicarle hoy que no la olvido ni un minuto, que está presente en mis días, en mis decisiones y en mis experiencias.
Quiero decirle que la cuidaré que la querré siempre, que me da la vida que a ella le falta y que me hace ser una persona mejor cada día.
Hoy quiero decirte que te adoro, que te daré todo los besos que me pides y uno más de regalo,…
Estaré muy cerquita tuya, siempre…Te quiero abuela

21/11/10

Crecer contigo...



  A todas las personas que me han hecho ser lo que hoy en día soy, que me ayudaron a crecer y que continuan haciéndolo...

"Hay personas con  las que se crece. Uno no sabría muy bien a que responde el que a su lado nuestro espíritu fructifique y se esponje. No son necesaria, ni estrictamente las mejores, pero resultan determinantes para nosotros. 
  
No se excluye que también podrían serlo para los demás, aunque esto habría de verse. En todo caso, son aire limpio para nuestros fatigados pasos. Da gusto estar con ellas. No es que resulten agradables, aunque eso siempre sea preferible, es que nos convoca, sin necesidad de proponérselo, a lo mejor de nosotros mismos. Es como si su mera presencia, incluso su existencia, nos impulsara a no conformarnos con la mediocridad de muchas de nuestras posibilidades. 
  
Nos desafían a buscar, a perseguir y, sobre todo, a soñar. Bien se sabe que sin afecto no hay modo de crecer. Ni físicamente ni en modo alguno. Bien se conoce que ello implica un trato, un comportamiento, un cuidado, una atención, un conjunto coordinado de detalles. Contigo crezco de modo muy singular, resultan más próximos mis sueños, más viables mis deseos, me atrevo más y soy capaz de desafíos y de riesgos, no apagas ni agostas mis proyectos, me propongo, persigo, no me resigno, no me rindo, me dispongo, me entrego, me doy. 

Crecer es no llegar nunca del todo, no alcanzar de modo definitivo, no darse por acabado o por vencido. Crecer es una acción, no una actividad ni un conjunto de actividades. 

Crecer de verdad no es solo un cambio de tamaño. Implica un atrevimiento. Tal vez el de quererse, tal vez el de querer. 

Contigo es menos difícil."



El reloj parado a las siete...

Como éste es un blog de cuentos, de historias verdaderas y ficticias, de sueños, de locuras,... y por su puesto de Gente Menuda, voy a enseñaros una fábula que a mi me gusta mucho y que siempre me sale cuando tengo que contar un cuento a la vida y a las personas que forman parte de ella, es de Jorge Bucai y se llama "El reloj parado a las siete". 

"En una de las paredes de mi cuarto hay colgado un hermoso reloj antiguo que ya no funciona. Sus manecillas, detenidas casi desde siempre, señalan imperturbables la misma hora: las siete en punto.

Casi siempre, el reloj es sólo un inútil adorno sobre una blanquecina y vacía pared. Sin embargo, hay dos momentos durante el día, dos fugaces instantes, en que el viejo reloj parece resurgir de sus cenizas como un ave fénix.

Cuando todos los relojes de la ciudad, en sus enloquecidos andares, marcan las siete, y los cucús y los gongs de las máquinas hacen sonar siete veces su repetido canto, el viejo reloj de mi habitación parece cobrar vida. Dos veces al día, por la mañana y por la noche, el reloj se siente en completa armonía con el resto del universo.

Si alguien mirara el reloj solamente en esos dos momentos, diría que funciona a la perfección… Pero, pasado ese instante, cuando los demás relojes acallan su canto y las manecillas continúan su monótono camino, mi viejo reloj pierde su paso y permanece fiel a aquella hora que alguna vez detuvo su andar.

Y yo amo ese reloj. Y cuanto más hablo de él, más lo amo, porque cada vez siento que me parezco más a él.

También yo estoy detenido en un tiempo. También yo me siento clavado e inmóvil. También yo soy, de alguna manera, un adorno inútil en una pared vacía.

Pero disfruto también de fugaces momentos en que, misteriosamente, llega mi hora.

Durante ese tiempo siento que estoy vivo. Todo está claro y el mundo se vuelve maravilloso. Puedo crear, soñar, volar, decir y sentir más cosas en esos instantes que en todo el resto del tiempo. Estas conjunciones armónicas se dan y se repiten una y otra vez, como una secuencia inexorable.

La primera vez que lo sentí, traté de aferrarme a ese instante creyendo que podría hacerlo durar para siempre. Pero no fue así. Como a mi amigo el reloj, también a mí se me escapa el tiempo de los demás.

Pasados esos momentos, los demás relojes, que anidan en otros hombres, continúan su giro, y yo vuelvo a mi rutinaria muerte estática, a mi trabajo, a mis charlas de café, a mi aburrido andar, que acostumbro a llamar vida.

Pero sé que la vida es otra cosa.

Yo sé que la vida, la de verdad, es la suma de aquellos momentos que, aunque fugaces, nos permiten percibir la sintonía con el universo.

Casi todo el mundo, pobre, cree que vive.

Solo hay momentos de plenitud, y aquellos que lo sepan e insistan en querer vivir para siempre, quedarán condenados al mundo del gris y repetitivo andar de la cotidianeidad.
Por eso te amo, viejo reloj. Porque somos la misma cosa tú y yo."